12 de abril de 2011

Setenta y ocho.



Fin de Febrero de 2011.

De más está decir que la discusión no terminó ahí. O sí, pero no la mala onda. Yo me encerré en el cuarto y no podía parar de llorar, estaba indignada.

-Qué se la agarre conmigo me la banco, es Mi Madre, pero ¿con vos?

Le decía a G. Él estaba tranquilo. Demasiado tranquilo. Yo no entendía nada.

-Hay que aguantar pacíficamente hasta mañana. Tenemos que volver en el mismo auto ¿Te acordás? Después veremos qué pasa.

Planteaba con una frialdad que me dejaba asombrada. Ojalá para mí las cosas fueran tan fáciles. Ojalá supiera disimular y ser políticamente correcta. Pero no me sale. Mi cara de culo debía ser visible hasta desde la orilla del mar. La cena de esa última noche estuvo complicadísima. Casi ni hablamos y el aire se cortaba con un cuchillo. Yo tenía la garganta cerrada como culo de muñeca y la sola idea de cenar me resultaba complicada. Encima mi madre no tuvo mejor idea que ir a comer afuera, los tres juntitos. Bah, los cuatro, nosotros y el perrito de Mi Madre. El típico perrito faldero que no paraba de ladrar. En fin. No hace falta decir que la cena estuvo bastante difícil. Discusiones con la moza, el perrito de mi madre peleandose con los perros callejeros con un huesito y por supuesto, no podía faltar la discusión a la hora de pagar. Después de la escenita anterior G. no iba a permitir que mi madre nos pagara la cena (y yo tampoco) así fuera que cuando volvamos no tengamos con qué comer. Al día siguiente nos levantamos temprano, terminamos de armar el bolso y nos fuimos solitos a la playa. Un poco de paz, sin Mi Madre. A disfrutar el Mar por última vez. Quien sabe si algún día volveríamos a estar solos en la playa! El día estaba hermoso y no daban ganas de irse. Pero habíamos arreglado salir alrededor del mediodía para llegar tranquilos, y en algún momento había que irse.

Nos despedimos del mar mientras yo no podía dejar de pensar en la noche anterior. Todo tiene un precio –pensaba-y éste es el precio de aceptar algo de Mi Madre, ¿Qué me había creído? ¿Qué iba a ser gratis?

Nos abrazamos por última vez frente la orilla tratando de absorberlo todo. De llevarnos grabado en la piel el olor del mar, el ruido, la sensación del agüita en los pies, la arena. Y esa vista maravillosa.



Finalmente nos fuimos, y el viaje en auto fue bastante tenso, pero por suerte con poco tráfico. Llegamos bastante rápido. Nos bajamos del auto, saludamos a Mi Madre y haciendo un gran esfuerzo la abracé y le agradecí por todo.

Nada fue más aliviante que entrar en casa y estar al fin solos.

-Creo que no voy a ver a Mi Madre por un buen tiempo…

4 comentarios:

  1. Dícen que hay madres que deben vivir lejos y otras... mas lejos aún!!! Lamento que tus vacaciones terminaran así, con el tiempo las cosas se suavizan

    ResponderEliminar
  2. Anónimo: Jajajaja, es cierto! El problema es que el resto del tiempo mi madre es un amor... Hay que irse lejos de a ratitos...

    Besos!!

    M.

    ResponderEliminar
  3. Hola Mañosa!
    No entiendo! Por qué no fueron a cenar solos???
    Besos,
    Michellines
    (I'm back)

    ResponderEliminar
  4. Michelines: me pregunté lo mismo. Pero ya habíamos quedado y la idea era pasar en paz la ultima noche.

    Welcome back!

    Besos

    M.

    ResponderEliminar

Sacate las ganas y decilo...