29 de febrero de 2012

Ciento cincuenta y cinco.



Mediados de Octubre de 2011.
Llegó el viernes y esa misma tarde teníamos el turno para ir a hacer la ecografía 4D. Me encontré con G. en un bar cerca del consultorio, y un ratito más tarde llego Mi Madre. Habíamos invitado también a las tías y a la otra abuela, pero las primeras no podían en ese horario y Mi Suegra nos agradeció la invitación pero dijo que las ecografías le daban “impresión” (?). Llegamos al consultorio y nos anunciamos. No pidieron que nos sentáramos a esperar, y eso hicimos.
Y esperamos, esperamos y esperamos.
Había otras dos o tres panzas, con sus respectivas familias en la sala de espera y aparentemente estaban demorados. (Pero la reputísimamadre, como puede ser que nunca, ni siquiera cuando te cobran, cumplan un puto horario?)
Cuarenta minutos de espera después, y cuando ya no sabíamos que más hacer con nuestra ansiedad, me paré a hablar con la chica de la recepción.
-Hola… disculpame… Quería saber si hay mucha demora...
-Ah… a ver… mmmm… mirá el doctor acaba de llegar, se demoró en el hospital. Recién pasó una paciente, después está esa otra y después vos…
-Ah… ok. –dije, tratando de tragarme la catarata de puteadas que se me venía a la cabeza. -¿Querés ir cobrándome?
-Bueno, tenés la Promo de $200 que es solo el Scan de la carita, viene con el CD con video y fotos, La de $250 que incluye el Scan completo con informe médico el CD y tres llaveros y la de $300 que tiene 5 llaveros, una foto 3D impresa y blablablabla.
-Cobrame la de $250.
-Ok. Tu nombre?
Le dije, mi nombre y le deletree mi apellido.
-Ay, que difícil… -dijo mientras lo escribía mal y yo se lo corregía- ¿Y el nombre del Bebé?
-Oliverio.
-Ay, que nombre raro... ¿Es en Portugués?
-No, en castellano…
Le contesté ya con la paciencia medio por el piso. Terminé el papelerío, me fui a sentar y esperé un rato más, hasta que finalmente nos llamaron. Pasamos los tres (o debería empezar a decir los cuatro?) al cuartito, G. y Mi Madre se sentaron en “la platea” mientras yo me acomodaba en la camilla y me sometía al ya ritual gel helado en la panzota. Volví a repetir el mantra de la fecha de última menstruación, mi datos personales y blablabla… Mientras el médico cargaba los datos en la computadora la ansiedad me invadía. No podía esperar más.
Finalmente puso el aparato ese sobre mi panzota y empezamos a ver imágenes borrosas en blanco y negro.
¿Esto era la Ecografía 4D? ¿Tanto lío para eso?

4 de febrero de 2012

Ciento cincuenta y cuatro.


Primeros días de Octubre de 2011.

Apenas llegué del curso de pre-parto y una vez que logré sacarme de la cabeza la tonelada de comentarios estúpidos de la partera tomé conciencia de un par de cosas en las que hasta ese momento, con todo el lío de la mudanza y otras yerbas, no había pensado demasiado:

Primero, que faltaba bastante poco para el parto.

Segundo, que además de mil cosas para la casa me faltaban un millón de cosas para el bebé (lo que tenía hasta ahora era básicamente… nada) Por empezar… no tenía ni la menor idea de dónde iba a dormir. El departamento que habíamos alquilado tenía un living grande, y dos habitaciones. En la primera habíamos armado nuestro dormitorio, y en la segunda el consultorio. ¿Dónde cuernos íbamos a meter una cunita? Los primeros meses podía dormir con nosotros, mientras era chiquito… ¿Y después? No estaba en mis planes tenerlo metido en mi cama, soy partidaria que los chicos tengan su propia camita y de ser posible, su propia habitación. De noche se podía poner la cuna en el consultorio, pero ¿qué hacer de día, mientras yo trabajo? Se me ocurrió entonces que la mejor idea iba a ser comprar una cuna con rueditas, para que de día se pudiera acomodar en nuestra habitación o en la cocina, que era bastante grande y a la noche volverla a llevar al consultorio.

Esa misma semana, en mis ratitos libres me puse a recorrer los negocios de bebés del barrio para averiguar precios de cunas con rueditas y practicunas.  Había con cajones y sin cajones, con barrotes rebatibles y deslizables, practicunas con miles de accesorios, con vibración, con musiquita y hasta con luces. Demasiada cosa para mi gusto. ¿Y los precios? Ay dios. Carísimos. Carisisísimos.

Pero había un pequeño detalle que no había pensado y que resultó ser de lo más importante: Las medidas. Todas esas cunas eran enormes. ¿Iba a pasar por el marco de la puerta para poder llevarla de un cuarto al otro?

Llegué a casa, saqué la cinta métrica y medí el marco de la puerta. 70 cm. ¿70 cm.? ¡La mayoría de esas cunitas hermosas que había visto medían 75 u 80 cm. de ancho o más!

Houston, we have a problem!

Me metí en internet y me puse a buscar por mercadolibre. Y busqué y busqué y busqué… hasta que finalmente encontré un par de fábricas que hacían cunitas con ruedas más chicas. Venían en dos medidas 50 x 1m o 60 x 1,20. Cuando llegó G. de trabajar le pedí ayuda, como siempre me costaba tomar una decisión.

-Amor, ayudame a decidir que cunita compramos…

-Decidí vos, yo confío en tu criterio –me contestó.

-No puedo, hay demasiadas opciones, ayudame!

-Ok, a ver…

Dijo y se sentó al lado mío frente a la compu.

-Mirá, ésta es la más barata. Es de pino, tiene rueditas y mide 50 x 1m… hay que pintarla

-¿No es muy chiquita?

-Si es un poco chica… pero va a pasar mejor por la puerta. Sino hay ésta otra, un poco más cara que mide 1,20 x 60. La medida de afuera es 65 cm. Es más linda y tiene un cajón abajo… pero va a pasar medio justito por la puerta. Y lo que me preocupa es si la vamos a poder girar en el pasillo para llevarla a la cocina.

-Si, tiene que pasar… no es tan grande. Para mí es mejor esa… no des más vueltas, comprala.

-¿Estás seguro? ¿Seguro que pasa bien?

-Si, no seas exagerada. Comprala y listo.

-Ok.

Le dije, y apreté el botón “Comprar”. Me puse en contacto con el fabricante y arreglamos la entrega para ese mismo fin de semana.

Listo, asunto arreglado.

Un problema menos… (¿o no?)