27 de septiembre de 2011

Ciento treinta y siete.

16 de agosto de 2011.
Unos minutos más tarde entramos al consultorio de la Dra. K. Revisó el Scan Fetal y el Ecocardiograma y nos confirmó que estaba todo perfecto. Me tomó la presión, me midió la panza, escuchó los latidos otra vez y dijo:
-Está todo perfecto.
Y me pesó. Yo cada vez le tenía más miedo a la balanza. No porque me viera gordísima (aunque si cada vez más panzona) sino porque tenía bien claro que no me estaba cuidando en lo absoluto. Comía lo que quería, cuando quería. En realidad como lo hice toda mi vida, nunca fui de cuidarme demasiado y fueron raras las veces en las que hice alguna dieta, y por suerte no soy de engordar demasiado, no soy una sílfide, pero me mantengo.
-A ver… pesas 65.900 ¿Con qué peso empezaste el embarazo?
-Con 59.900 creo…
-Aumentaste seis kilos… estamos en la semana 24… -dijo mientras hacía sus cuentas mentales- desde la última vez que te ví aumentaste casi un kilo novecientos… Está dentro de lo esperable pero medio en el borde…
Y no dijo mucho más. A mí todavía no me preocupaba demasiado. Si con lo que estaba comiendo había subido solo seis kilos (y casi todos de panza) no estaba nada mal…
Volvimos al escritorio y me preguntó
-¿Cómo te estas sintiendo?
-La verdad, re bien. Tengo momentos en los que me cuesta respirar un poco… pero supongo que es normal…
-Si, es normal que te falte un poco el aire… ¿Ya lo sentiste moverse?
-Si, hace un par de semanas, ¡Patea fuerte!
-Bueno, este mes vamos a hacer un estudio de sangre, con una Curva de Glucosa, eso es para ver que no tengas Diabetes Gestacional. Te vas a ir a un laboratorio con una muestra de orina para que te saquen sangre. Andate con un buen rato porque el estudio demora unas horas… Lo ideal sería que lo hagas esta semana o la próxima.
Dijo, mientras garabateaba la orden y yo pensaba cuando iba a tener tiempo de pasarme unas horas, casi una mañana entera en un laboratorio.
-Y yo los veo dentro de 4 semanas.

25 de septiembre de 2011

Ciento treinta y seis.


16 de Agosto de 2011.

Unos días más tarde era hora de hacer el maldito Ecocardiograma. G. estaba impaciente y muerto de la angustia desde que en la segunda ecografía habíamos leído eso del “foco ecogénico cardíaco”, a pesar de que el Obstetra nos había dicho que podía ser algo perfectamente normal. Y un poco yo también. Aunque por algún motivo que todavía no entiendo estaba extrañamente tranquila. Irracionalmente sentía que estaba todo bien. Obviamente el estudio lo íbamos a hacer igual. Habíamos sacado el turno para ese día a las 8.30 de la mañana, media hora antes del turno que teníamos con la Obstetra en la misma clínica. Como siempre, llegamos diez o quince minutos antes, nos anunciamos con la secretaria y nos sentamos a esperar. Yo me moría de sueño y no podía parar de bostezar. Apoyaba mi cabeza en el hombro de G. y cerraba los ojos. Él no se quedaba quieto. Movía el piecito de acá para allá, miraba la hora cada cinco minutos y se lo veía cada vez más ansioso.
-Amor, tranquilizate… acordate que llegamos más temprano…
Pero los minutos pasaban… Y se hacían las ocho y media, las nueve menos cuarto y seguíamos esperando. G. se estaba poniendo francamente nervioso. Sabía que estaba más preocupado por el resultado que por el horario, pero yo me empecé a impacientar también. No íbamos a llegar al turno que teníamos con la Dra. K., que ya nos había visto en el pasillo. Me levanté y le pregunté a la secretaria si la cardióloga no había llegado todavía. Me confirmó que no. No había llegado, pero que no me preocupara que la Dra. K. me podía esperar.
Volví y seguimos esperando unos minutos más.
Hasta que finalmente llegó la Cardióloga y nos llamó. Entramos y me acomodé sobre la camilla para empezar el estudio. Era una ecografía del corazoncito del bebé.
Por suerte la cardióloga era de lo más simpática y apenas entramos nos empezó a dar charla, contando sus experiencias como madre reciente y hablando de los miedos. Nos aflojamos un poco.
-Si, acá está el foco. Pero no parece ser nada, igual voy a revisar un poco más.
Dijo, mientras nos señalaba un puntito blanco en la pantalla, en el corazoncito del bebé. Le pedimos si nos podía explicar de qué se trataba.
-Un foco ecogénico es como una cicatriz en el tejido del corazón del bebé. Pero muchas veces tiene que ver con algo que pasó en las primeras semanas de gestación y que puede no tener consecuencias cardíacas. Solo queda ahí.
Nos contestó mientras seguía mirando el corazón. Miraba que estén todos los ventrículos, las válvulas, examinaba la circulación… para un lado y para el otro.
-No veo ningún problema acá…
Dijo finalmente, y escuché como G. se desinflaba. Al fin se relajaba un poco.
-Se ve todo normal, anatómica y funcionalmente está perfecto. ¿Quieren escucharlo?
Nos preguntó mientras subía el volumen y escuchábamos sus latidos como el galope de un caballo apurado.
-¿Ya saben el sexo?
-Si –contestó G. con el pecho inflado de orgullo- es un varoncito…
-Si, acá se ve… A ver… está acá sentadito, de este lado…
Comentó mientras nos mostraba la figura del bebé de perfil, casi sentado sobre mi costado izquierdo.
-Bueno, está todo perfecto. Lo que sí, no se asusten si después del parto los médicos llaman al cardiólogo para que lo revisemos. Es normal con este antecedente. Pero no hay motivos para preocuparse.
Le agradecimos sinceramente y salimos aliviados, con los resultados del estudio para ver a la Dra. K.

20 de septiembre de 2011

Ciento treinta y cinco.



27 de Julio de 2011.

Minutos más tarde empezaron a llegar los comentarios. Alegrías, felicitaciones y opiniones varias. Que al fin un varón, que para cuándo, qué porqué Oliverio, y blablabla. Por un lado me enternecía y me encantaba que su familia y amigos participaran tanto (la mía no tanto, somos pocos y menos facebook-adictos) pero por otro lado mi paciencia es corta y no me gustaba mucho la idea que después de tanta discusión por el nombre todo el mundo sugiriera otros nombres. Ya estaba decidido.

No pude evitarlo. Unas horas más tarde, y para no contestar mensaje por mensaje me senté y escribí una nota.

Para evacuar dudas:
Estudios recientes han confirmado fehacientemente (o tan fehacientemente como es humanamente posible) que el feto alojado dentro de las cavidades subterráneas de quien suscribe pertenecería a la raza humana, más precisamente a la especie Homo Sapiens, en apariencia (al menos biológicamente) de género masculino. Inicialmente se presupone su llegada al mundo el día tercero del último mes del corriente año y responderá al nombre de Oliverio, en honor al maravilloso poeta Oliverio Girondo. Por favor, si no ha leído su libro "Espantapájaros" se solicita hacerlo con suma urgencia, bajo apercibimiento.

Notifíquese, Archívese.

Julio 27, 2011.

Y apreté “Publicar”

Y me reí un rato más.

18 de septiembre de 2011

Ciento treinta y cuatro.



27 de julio de 2011.

Salimos de ahí con la carpetita y el Dvd en la mano y las emociones todas revueltas. Nos sentamos a tomar un café y a tratar de entender lo que nos estaba pasando. Él totalmente embobado con la idea de que finalmente iba a ser un varón. Yo un poco desilusionada con el hecho de que la médica no se hubiera tomado más de cinco o seis minutos para mostrarnos a nuestro bebé. Mientras pedíamos el café abrí la carpetita con los resultados y puse a leer. No decía mucho, puros formulismos médicos. Que tenía dos bracitos y dos piernitas, con todos los deditos, que el peso aproximado era de 460 gramos (¿460 gramos ya??) y que la medida del cráneo, del corazón y los pulmones era normales, que no había ninguna malformación visible… y blablablabla…

-¿Podés creer que no nos dijo cuánto medía?

Comenté mientras íbamos con la bandeja a una mesa.

-¿Y ahí no dice?

-No, no lo encuentro en ningún lado

Contesté mientras daba vuelta hoja por hoja y examinaba con cuidado todas las fotitos. Estaba sorprendida, enojada, frustrada.

-Bueno, ahora si sabemos que es un varón, vamos a tener que avisarle a la familia, no?

-Si, definitivamente no va a ser Agustina…

-¿Y entonces? ¿Qué hacemos con el nombre?

-Si, Oliverio… todavía no me convence… ¿No podemos dejarlo como segundo nombre y ponerle, por ejemplo Juan Oliverio?

-¿Y qué le digan Juan? No, ni en pedo. Yo quiero un nombre con personalidad. Oliverio está bueno. Me gusta más Oliver pero…

-No, ya te dije que nombres en otro idioma no… vamos a vivir acá.

-Ok, Oliverio entonces…

Terminamos el café y nos fuimos. G. se llevó el Dvd para cargarlo en la compu y subirlo a Facebook. Yo me fui para casa. Tenía un par de cosas que hacer antes de que llegara el primer paciente, entre ellas cancelar el turno del otro Obstetra. Estaba decidido. Ya no quería ir más.

Un rato más tarde me llama G.

-¿Podés creer que estoy subiendo la ecografía y los primeros 30 segundos del video son de publicidad del lugar donde la hicimos?

-No te lo puedo creer. Qué hijos de puta. No solo te cobran el DVD sino que además le ponen publicidad? ¡Es una vergüenza!! ¿Y no se puede cortar esa parte?

-Si, es lo que estoy intentando. Pero voy a demorar un rato…

Unos minutos más tarde, veo su estado de Facebook:

Lo prometido es deuda, tras 35 años…

Y abajo una foto de la ecografía, donde se veía al bebé de abajo, las piernitas y en el medio el pitito, señalado con una flecha roja que indicaba: “Oliverio, Aka: Oliver”.

Y me morí de risa.

13 de septiembre de 2011

Ciento treinta y tres.





27 de julio de 2011.

-Ésta es la cabecita…

Dijo la Dra., mientras en la pantalla veíamos lo que parecía ser la cabeza vista de arriba. Estaba tomando las medidas…

-Mide unos quince centrímetros de diámetro…

¿Quince centímetros? –Pensé y casi me dolió… pensar que todo eso, más todo lo que todavía le faltaba crecer, iba a tener que pasar por mi… ay, ay, ay… ¡Qué dolor!

Después siguió mirando, los piecitos, los bracitos, midiendo los huesitos, contando deditos…

-Ahí se ven los cinco deditos de la mano…

-Cinco deditos, menos mal que no es un Simpson!

Dijo G. Yo sólo podía mirar la pantalla, atontada. Hacía tanto que no lo veíamos, solo quería mirarlo un ratito más. A veces desearía que la panza fuera transparente. Aunque…. Qué raro sería!

La Dra. se tomó un ratito más para ver que tuviera todo lo que tenía que tener, y todo estuviera en su lugar. Cuando parecía que estaba por terminar… ¿Ya tan rápido? Le preguntamos…

-¿Se puede saber el sexo?

-Si, es un varoncito… miren… acá tienen las bolitas… y el pitito…

Comentó, mientras señalaba una imagen a la pantalla. G. miraba orgulloso, a mí me costaba un poco entender lo que veía, pero era lo que esperábamos. Ya nos lo habían dicho en la anterior, solo faltaba confirmarlo.

-Bueno, eso es todo –dijo- esperenme afuera que les doy el DVD y el informe…

Me limpié, me acomodé la ropa y salimos. Mientras G. se quedó a esperar a la Dra., yo me acerqué a la recepción y le pregunté a la secretaria mala onda si había un baño que pudiera usar. Me estaba meando. Me indicó la dirección y entré. No me sorprendí de encontrarme con un baño en peor estado que la sala de espera. El techo parecía a punto de caerse sobre mi cabeza. Hice rápido lo que tenía que hacer, y salí.

Un rato después salió la Dra. y nos dio el informe y el Dvd. Fuimos a la recepción a firmar los papeles y pagar, antes de irnos.

-¿Tiene la orden, Señora?

Preguntó la secretaria. Se la dí. Me miró con una mirada desaprobatoria.

-No, no… esto no se puede hacer…


Me dijo mientras señalaba el reverso de la orden, donde yo había anotado la dirección del consultorio y las indicaciones que me dieron por teléfono.

-Imagínese que yo ahora tengo que presentar esto así a la prepaga, y qué me van a decir…

Lo único que me falta –pensaba- que esta vieja pelotuda me rete como si fuera una maestra de escuela. Como si yo no supiera lo que es presentar planillas, si no pasa nada, ni se van a enterar… y de última bancatela y dejate de joder…

-Les puede decir que la Señora es una desprolija, y listo…

Contesté con mi mejor sonrisa falsa y pensando cuánto más faltaba para irnos de ahí (y no volver nunca más). Finalmente pagamos… y nos fuimos.

8 de septiembre de 2011

Ciento treinta y dos.


27 de Julio de 2011.


Y esperamos un rato más hasta que finalmente la secretaria mala onda nos llamó.

-Señora M…

Dijo, y me levanté, puteando bajito. Odio, odio, ODIO que me digan señora. ¡Que feo suena! Suena a vieja, a señora gorda, a… bueno, pero con ésta panza mejor me voy acostumbrando, no? Señora M., la reputamadrequeteremilparióviejachota, mascullé entre dientes intentando una sonrisa no muy sincera. Entramos.

Nos saludó la médica mientras me pedía que me acomodara en la camilla. Increíble. Tenían un monitor enorme justo enfrente de la camilla. ¡Al fin! ¡No me iba a ir con tortícolis como en las dos ecografías anteriores! Muy buena idea. Me acosté, me levanté la remera mientras la Dra. empezaba a hablar.

-¿Van a querer que lo grabemos? ¿Ya les explicaron como es?

-Ehhh… No… no nos dijeron nada…

-Lo podemos grabar en un DVD común, eso tiene un costo de treinta pesos. O lo podemos hacer en uno regrabable para que uds. lo traigan para las próximas ecografías, eso tiene un costo de cincuenta. No se acepta ningún material de afuera…

¿Quéee? ¿Y lo que me dijeron ayer? Estos médicos siempre haciéndose el negocito… lareputamadre… No se acepta material de afuera. O sea o me pagas el DVD o nada.

En fin, no había ninguna opción. Y de última treinta pesos no era tanto, por tener grabado a mi mañosit@, pero la verdad es que un DVD virgen sale dos. Mejor ni lo pienso.

-¿Qué van a querer entonces?

-Eh… un DVD común?

Dije, mirando a G. intentando adivinar qué pensaba y de paso pensando cuánto había en mi billetera. No había venido preparada. Y además no tenía claro si iba a querer volver a ese lugar...

-Ok, empecemos…

Me puso ese gel espantosamente frío en la panza y apareció esto en el monitor.


G. y yo nos agarramos de la mano y nos quedamos mudos, embobados, emocionados, mirando.

Y mientras tanto el mañosit@ pateaba.

6 de septiembre de 2011

Ciento treinta y uno.


Fines de Julio de 2011.

Tres días de reposo, muchas quejas y muchos mimos después, la fiebre se fue, los dolores amainaron y la tos… seguía. Pero había que seguir trabajando. Trabajar en forma independiente tiene sus desventajas y una de ellas es que día que no trabajás es un día que no cobrás. Y el alquiler de consultorio hay que pagarlo igual. Así que a ponerse las pilas y subirse al tren sin chistar. La mayoría de los pacientes todavía no registraban mi panza, así como la mayoría de mis compañeros de viaje que seguían sin cederme el asiento, salvo raras excepciones (siempre mujeres, of course). El mañosit@ seguía pateando y los primeros días sus pataditas me distraían mucho mientras trabajaba. Me desconcentraba, pero a la vez me alegraba tanto que me recordara su presencia. Hasta ese momento el embarazo había sido solo una idea, un mero acto de fe. Apenas se me notaba la panza y lo había visto en las ecografías, pero nada se comparaba con ésta nueva sensación en el cuerpo que me tenía estupidizada por completo. Ni me daba cuenta, pero las manos se me iban constantemente a la panza, como si lo acariciara. Como si no terminara de entender que esa panza me pertenecía, que era parte de mi cuerpo. Tal vez ese fuera el tema, lo complejo de entender que algo puede ser parte de tu cuerpo y a la vez… no serlo.

Apenas unos días después llegaba el tan esperado turno para la ecografía. Un día antes me acordé que no había preguntado si iba a ser posible grabarla. Volví a llamar y consulté con la secretaria.

-Consultorio del Dr. M.?

-Hola, quería hacerte una consulta… Tengo un turno para un Scan Fetal mañana, y quería consultarte si se puede grabar…

-Si, acá te lo graban, no hay problema.

-Ok, ¿Tengo que llevar un Dvd? ¿Tiene algún costo?

-No, no tenés que traer nada.

Dijo la secretaria, con la poca onda que la caracterizaba y cortó. Buenísimo –pensé- un problema menos.

Al día siguiente nos levantamos ansiosos, desayunamos, buscamos la ecografía anterior por las dudas, tomé un vaso de agua media hora antes como me habían pedido y salimos apurados para no llegar tarde.

Tan apurados que por supuesto, llegamos demasiado temprano. Caminamos un poco por el barrio, entramos en librerías, chusmeamos libros viejos (cómo me gusta el olor a libro viejo!) y en cuanto se hizo la hora enfilamos para el consultorio.

Tocamos el timbre, nos atendió la secretaria mala onda y subimos. Cuando entramos nos encontramos con una escena insólita. La secretaria mala onda era una señora gorda con delantal blanco y aspecto de empleada pública mal paga, el departamento en el que estaba la sala de espera era el lugar más feo que podía haberme imaginado. En un edificio que por la ubicación y la construcción debía ser carísimo, había un rejunte de muebles sacados del baúl de la abuela. Parecía una habitación que se había quedado en los setenta. Oscuro, no muy limpio, con pisos de plástico feo y paredes de alfombra (quien pone una alfombra marrón mugrienta en las paredes de un consultorio? ¡puaj!!) Y las paredes llenas de cuadros, uno más feo que el otro. En la pared principal un cuadro abstracto con fondo negro y líneas de colores que tenía todo el aspecto de ser una vagina gigante.

Muy acogedor.

Miramos a nuestro alrededor y había otras tres o cuatro parejas con panzas esperando. Me dio mala espina. Pero no quedaba otra, había que sentarse y esperar.

Y esperar, esperar, esperar…