Cuando llegué a lo de mi hermana para la cena de Roshashaná estaba tan cansada que apenas podía tenerme en pie. Por supuesto que no quise tomar vino y la excusa de que tenía sueño me vino como anillo al dedo. Y ni hablar cuando mi hermana me ofreció una pitada de lo que estaban fumando después de cenar. –No, gracias –dije y pasé de largo. Por las dudas.
-Qué pálida estás!
Dijo mi vieja y me quedé pensando –mierda, pero si estuve todo el domingo al sol ¿Qué me pasa? Y cómo si eso fuera poco, cuando volvíamos para casa, G. me preguntó
-¿Te vas a hacer un test?
-¿Un test? Pero si estoy indispuesta…
-Ah, ¿Te vino?
-Si te lo dije esta mañana…
-Pensé que tal vez estabas con pérdidas…
Mierda, como si me hicieran falta más dudas. ¿Qué hago? ¿Me hago un test o no? En el fondo sabía que era totalmente al pedo… pero ¿Qué podía perder? Había comprado dos… Y me sentía tan rara…
Llegué a casa casi haciéndome pis encima. No había querido hacer en lo de mi hermana porque para los test recomiendan retención de tres horas. Tremenda tarada. Entré corriendo al baño, saqué la cajita del test… y empecé a dudar otra vez.