4 de diciembre de 2011

Estoy con poco tiempo de sentarme a escribir, pero les adelanto las novedades: Oliverio nació hace una semana, fue parto normal, peso dos kilitos y medio y por suerte estamos muy bien los dos. En cuanto pueda me siento y les cuento todo!!!

Besos.
M.

25 de noviembre de 2011

Ciento cuarenta y siete.


Mediados de Septiembre de 2011.
Al día siguiente nos levantamos tempranito, me dí una ducha larga para ver si lograba sacarme el sueño de encima y partimos rumbo a la inmobiliaria a dejar la seña. Por suerte la Inmobiliaria era en capital. Pero si creíamos que con eso estabamos solucionando un problema: nos equivocamos. Solo estabamos generando un millón de problemas nuevos. Ahora había que pensar en firmar el contrato, en ponernos de acuerdo, en contratar la mudanza, en embalar las cosas, en dar de baja los servicios, dar de alta los nuevos servicios, comprar muebles y cosas. Pensar en estufas y aires acondicionados y cortinas, y plastificar los pisos o no plastificarlos y blablabla… Todo era una negociación, más dudas, demoras y preguntas. Y todo era plata y más plata y más plata (que no teníamos). Por suerte Mi Padre nos prestó lo que necesitábamos para mudarnos. Ahora había que encontrar la manera de conseguir lo que más nos faltaba: tiempo. Tiempo de embalar y desembalar, de tirar cosas, elegir, ordenar y seleccionar. Mientras tanto yo trabajaba cada vez más, hacía veinte cosas al mismo tiempo, entre dar clases, viajar, atender pacientes y más pacientes, llevar planillas, buscar cheques e imprimir informes. Sumado a todo esto los estudios, consultas con obstetras y especialistas y ahora la nueva: el puto cursito de pre-parto que estaba por empezar. La panza estaba cada día más grande ¡Y ni siquiera había comprado un baberito! Faltaban tantas, tantas cosas que parecía que nunca iba a poder terminar. Pero esto recién estaba empezando. Mientras que yo hacía un gran esfuerzo por mantener la calma, Mi Madre se dedicaba a hacerme perder la paciencia. Cada vez que hablaba con ella o la veía se despachaba acerca de lo angustiada que estaba por todo lo que faltaba, y que yo no me daba cuenta, Que hay que comprar esto y aquello, y eso otro, que vi precios de esto en internet, y no sabés lo caro que está todo, que no te haces una idea, que mirá si se adelanta y vos no tenés ni la cunita y blablabla.
Ohmmm.
Yo trataba de tranquilizarme y tranquilizarla a ella. Pedirle que no me apure, que espere a que terminemos con la mudanza para después poder empezar con las cosas del bebé. Explicarle que todavía había tiempo, que no se iba a adelantar. Y que si algo pasaba (por dios que no se adelante, que no se adelante…) ya íbamos a encontrar la manera de resolverlo. Pero empezaba a perder la paciencia. ¿Acaso no debería ser al revés? ¿Ella tranquilizarme y a mi y no yo a ella? En fin.
Los días pasaron y después de varias idas y venidas, mails, charlas telefónicas, enojos y negociaciones logramos firmar el maldito contrato de alquiler. Obviamente en toda negociación que se presentó, siempre salimos perdiendo. Siempre unos pesos más de acá, unos pesos más de allá… y todo seguía sumando. Lo único que logramos negociar a nuestro favor fue que pudieramos firmar el contrato a partir del primero de Octubre, con la posibilidad de que nos entregaran la llave una semana antes para empezar a llevar las cosas.
Pero ya teníamos la fecha límite: primero de Octubre.

23 de noviembre de 2011

Ciento cuarenta y seis.


Mediados de Septiembre de 2011.
Detesto admitirlo pero el Pelado tenía razón. El departamento era hermoso. Muy luminoso, con pisos de madera, una cocina enorme con espacio para comedor diario, lavadero, un living grande con un balcón con vista abierta y dos habitaciones bastante grandes. Todo en buen estado, con un baño prolijo y lindo. Recorrí, miré, pregunté… y volví a la cocina. Me encantaba esa cocina. Me preguntaba cómo iba a hacer con un bebé y el consultorio… cómo me las iba arreglar… pero la verdad es que me imaginé viviendo ahí. Recorrí un poco más, pregunté un poco más y finalmente me fui con la tarjeta del pelado en la mano y la promesa de llamarlo al día siguiente. Era Apto Profesional, no me iban a hacer problemas por mis gatos, el precio estaba dentro de lo que buscábamos y estaba bien ubicado. Además estaba bueno. Y al fin veía algo que parecía posible. Me fui al consultorio y esa misma tarde, entre paciente y paciente vi una casa (horrible y desastrosamente mal cuidada) y un departamento, parecido al que había visto, pero bastante más desprolijo. Tenía una cocina americana, bastante más chica y el dueño le había achicado una habitación para agrandar un pasillo, dejando una pared en diagonal. Una porquería.
Volví a casa a hablarlo con G. Quería que él lo viera para ver si le gustaba.
-¿Te parece que arregle para verlo éste fin de semana y si te gusta lo señamos?
-¿El fin de semana? Pero hoy es Martes… Si está bueno, como vos decís, capaz que lo alquilan antes!
-Si, pero no quiero señarlo sin que lo veas ¿Y si a vos no te gusta?
-Si a vos te gusta, para mí va a estar bien.
Dijo, G. sabiendo en el fondo que con lo Mañosa que soy, si está bien para mí, tiene que estar bien para cualquiera. Pero yo soy muy insegura y me cuesta tanto tomar decisiones sola…
-La verdad… me gustaría más que vos lo vieras antes. Pero si te parece vamos mañana a la inmobiliaria y lo señamos. Y ya nos sacamos un problema de encima.
Pero esa noche no me podía dormir. Daba vueltas en la cama y pensaba, pensaba y pensaba. ¿Y si nos equivocamos? ¿Y si nos nos alcanza la plata? ¿Y si algo sale mal? ¿Y si no le gusta? ¿Y si no se acostumbra a vivir tan lejos? ¿Y si no me acostumbro yo? ¿Y si…? Pero lareputísimamadrequemeparió… al fin y al cabo ser yo misma a veces es una tortura.
Maldita neurosis
¿Puede ser que para todo tenga tantas dudas?

21 de noviembre de 2011

Fuckin Facebook.


No se si alguno lo habrá notado pero hace unos días desapareció misteriosamente mi perfil de Facebook. Todavía no lo termino de comprender pero resulta que ahora, el señor caralibro se ha convertido en un paladín de la verdad y los datos fehacientes y ha decidido eliminar arbitrariamente algunos perfiles porque considera que no son "auténticos", dado que no contienen el verdadero nombre y apellido de los usuarios. Increíblemente eliminó solo el perfil que usaba para este blog (y no los otros).

La verdad es que para restablecerlo me piden no solo que ponga mi verdadero nombre y apellido, sino que además envie un scan de mi DNI, cosa que no pienso hacer porque no me interesa que facebook tenga esos datos. La otra opción es crear una Página en facebook. Lo estoy pensando. La verdad es que no se si da con los cuatro gatos locos que leen este blog para ponerme a armar una página, ando con poco tiempo y menos ganas.

Estas cosas me quitan un poquito las ganas de escribir y contar mi historia, pero voy a hacer el esfuerzo por seguir, porque no quiero dejarla inconclusa.

Para los que siguen por ahí, sepan que pueden seguir en contacto conmigo vía mail: soymaniosa@gmail.com o por medio del facebook del blog anterior, que todavía (aunque no se por cuánto tiempo) sigue vivo.

Cualquier cosa me avisan.

Saludos.

M.


15 de noviembre de 2011

Ciento cuarenta y cinco.


Mediados de Septiembre de 2011.
Llamé a la otra partera que me comentó que daba el curso los Viernes a las 18.30. También era un día complicado, pero los viernes tenía menos pacientes (y no había muchas otras posibilidades). Le dije que iba a ver si podía cambiar mis pacientes de los viernes para otro día y la volvía a llamar para confirmarle. Igual todavía tenía dos o tres semanas antes de empezar con el curso.
Mientras tanto, seguía la búsqueda de vivienda. Vimos un par de casas más y algún departamento, pero la verdad no eran la gran cosa. El departamento estaba bien ubicado, pero era mínimo y bastante feo. La casa no estaba mal, pero la ubicación no era la que yo prefería. Era un poco difícil llegar, y no parecía una zona muy segura para estar sola todo el día. La panza seguía creciendo y yo empezaba a preocuparme. ¿Y si no consigo nada? ¿Cómo hago con los pacientes, dónde meto un bebé en éste departamento en el que ya casi no entramos nosotros? ¿Cómo voy a hacer para mudarme cuándo ya tenga una panzota enorme?
Seguí buscando y buscando, ya casi sin esperanzas. Un día de esos encontré un aviso en el que ofrecían un departamento de 3 ambientes Apto Profesional, en una buena zona, con balcón. En realidad lo ideal hubiera sido 4 ambientes, para poder tener además del consultorio una habitación para el bebé, pero la búsqueda se estaba complicando demasiado así que empecé a bajar las expectativas. Además había que poder pagarlo. Llamé y hablé con la gente de la inmobiliaria. Para mi sorpresa, arreglamos una visita para el día siguiente al mediodía. Seguro que era una inmobiliaria de capital, las de la zona casi se me reían en la cara cuando les pedía verlo en ese horario.
-Yo te recomendaría que te vengas con los papeles y la plata para la seña, porque el departamento te va a encantar y no vas a querer pendértelo…
Dijo, el de la Inmobiliaria. ¡Qué pelotudo! –pensaba - ¿Cómo puede estar tan seguro?
Al día siguiente salí para el consultorio una hora antes de lo habitual para ver el departamento. Había arreglado además para ver uno o dos más durante la tarde, por las dudas. Llegué, demasiado temprano como siempre, y aproveché para recorrer la zona. La ubicación estaba buena, bien céntrica como yo buscaba, a tres cuadras de la estación y media de la avenida, a una de la peatonal. Era una calle muy transitada, seguramente bien iluminada de noche y con muchos comercios. Eso tenía sus pro y sus contra, porque mirándolo bien… era un quilombo. Gente que iba y venía, autos, bocinas, colectivos. Era como vivir en el medio del Once… pero al menos no iba a ser complicado llegar. Eso sí, estacionar imposible. Llegué a la puerta del edificio cinco minutos antes y me encontré con un pelado de traje y corbata esperando. Era el de la inmobiliaria.
-¡Llegaste temprano!
Dijo con una sonrisa de oreja a oreja y cara de vendedor.
La entrada del edificio no estaba nada mal. Medio escondida entre los comercios, pero prolija y linda, se notaba que era un edificio bastante nuevo. Entramos. Subimos al tercer piso por el ascensor mientras el vendedor hablaba de las bondades del edificio, del portero eléctrico y hasta de los ascensores. Llegamos al tercer piso y caminamos por un pasillo largo y estrecho hasta el departamento del contrafrente. Menos mal que es contrafrente, porque un departamento al frente sobre ésta calle debe ser insoportablemente ruidoso –pensaba.
Abrió la puerta y entramos.

13 de noviembre de 2011

Ciento cuarenta y cuatro.


13 de Septiembre de 2011.
Llegó el turno de una nueva visita a la Obstetra. G. me acompañó, como siempre. Fuimos con los estudios y esta vez no me olvidé ningún papelito. La Dra. K. miró los resultados y dijo que estaba todo bien. Algunos valores estaban medio en el borde, como el hierro, pero aún dentro de lo normal. Me tomó la presión, me pesó y me midió la panza, como todos los meses. Todo parecía estar en orden. Ni siquiera el peso, que me tenía un poco preocupada estaba fuera de lo normal.
Me preguntó cómo andaba y si necesitaba alguna receta. Le pregunté por el “curso de pre-parto”.
-A ver… -dijo, mientras hacía sus cuentas- Estás en la semana 28… y sí, habría que hacerlo alrededor de la semana 30 o 32… Te voy a anotar el número de la Partera. La llamás y arreglás con ella. ¡Ah! Y tendríamos que hacer una Ecografía alrededor de la semana 30. Te doy la orden… Y te veo el mes próximo.
Salí con todos los papelitos en la mano y en cuánto llegué a mi casa, me puse a hacer llamados. Entre inmobiliaria e inmobiliaria, llamé a la partera, al celular que me había dado la Dra. Me costó un poco comunicarme, pero después de un par de intentos logré hablar con ella.
-Hola, ¿Hablo con la Licenciada B.?
-Si, ella habla.
-Ah… qué tal… me dio tu teléfono la Dra. K., mi obstetra, te llamaba para consultarte por el curso de pre-parto.
-¿Cuál es tu fecha probable de parto?
-Los primeros días de Diciembre.
-Tendríamos que empezar en un par de semanas entonces. ¿Podés venir a una entrevista el martes a las 15.00?
-Ese horario se me complica, los martes trabajo lejos y hasta las 21.00. ¿Hay algún otro horario?
-No, en realidad no. El curso lo doy los martes a las 16.30 y las entrevistas un poco antes.
-¿Solo los martes?
-Si, es el único día que estoy en el consultorio…
-Ah… pero qué complicado, porque yo estoy trabajando y no puedo suspender… ¿Cuánto dura el curso?
-6 semanas.
-No… imposible, tendría que suspender a mis pacientes de los martes durante un mes y medio! ¿No hay ningún otro horario?
-Te puedo dar el teléfono de la Lic. A. que da el curso creo que los viernes a la tarde. Hablalo con ella.
-Ok, gracias.
Dije mientras anotaba el número de la otra partera.
¿Martes cuatro y media de la tarde? Justo los martes era uno de esos días en que trabajaba desde el mediodía hasta la noche allá lejos en el sur. Uno de esos días en que llegaba exhausta a casa pasadas las diez de la noche después de atender 8 o 9 pacientes uno atrás del otro, pero que justificaba casi un tercio de mis ingresos mensuales. No había manera.
¿Pero qué le pasa a ésta gente? ¿Se creen que porque una está embarazada se rasca la concha a cuatro manos? ¿Cómo hace la gente que trabaja para ir al cursito los martes a las cuatro y media de la tarde?

8 de noviembre de 2011

Ciento cuarenta y tres.


Principios de Septiembre de 2011.
Y mientras tanto en cada ratito libre que tenía seguía recorriendo inmobiliarias, llamando por teléfono, buscando por internet. Pero estaba difícil. Había muy poco publicado, la mayoría no eran Apto Profesional ¿Y si no podía trabajar cómo iba a pagar un alquiler? Y encima yo tenía cada vez más pacientes, lo cuál estaba buenísimo por un lado, pero por el otro me dejaba cada vez menos tiempo para ocuparme de la búsqueda. G. prometía ayudarme, pero ni noticias. Y cada vez que salía el tema terminábamos discutiendo, así que a veces prefería hacerme la tonta y dejarlo pasar.
Y un día encontré el departamento perfecto. Era un primer piso por escalera, sin expensas, con un alquiler accesible y bien ubicado. Dos habitaciones, un living grande, cocina con comedor y una terraza de 8 x 8. Perfecto. O más bien casi perfecto, porque no era apto profesional. Pero es un primer piso por escalera ¿Qué diferencia podía hacer? Capaz que hasta tiene entrada independiente –pensé. Arreglé una cita con el de la inmobiliaria, que milagrosamente accedió a dejarme verlo al mediodía, cuando la mayoría de las inmobiliarias de la zona cierran. (qué costumbre de mierda, cerrar al mediodía!)
Fui en el horario acordado y me encontré con “Facundo” en la puerta. Subimos al primer piso y pasamos al departamento. Era más lindo de lo que me imaginaba. Con las paredes recién pintadas de un blanco impecable, los pisos de madera recién plastificados y un sol desbordante en las ventanas que daban a un pequeño balconcito a la calle. Tenía un living grande separado en dos partes que se podía dividir fácilmente para hacer el consultorio, dos habitaciones, una cocina prolija y una escalerita que daba a la gloria. Una terraza enorme con una parte techada y el resto al aire libre, preciosa. Ya me podía imaginar, las mesas acá, las plantas allá, una parrillita de ese lado. Era perfecto. Casi perfecto. Terminamos de verlo y volví a salir con Facundo a la vereda. Le pregunté cuáles eran las condiciones.
-Un mes adelantado, un mes de depósito, dos de comisión, garantía… y eso sí, no es Apto profesional ni se aceptan mascotas en el edificio…
-¿Y son muy estrictos con eso? -pregunté mientras pensaba en mis pacientes y mis dos gatos.
-Si, éste es un consorcio muy particular. No quieren saber nada, ni de mascotas ni de profesionales…
-Ahhh... Ok, gracias. Lo pienso y te llamo.
Dije mientras me iba rumbo al consultorio con un nudo en la garganta.
Quería llorar.
Era perfecto. Casi perfecto.

6 de noviembre de 2011

Ciento cuarenta y dos.


23 de Agosto de 2011.
Me levanté tempranito, muerta de hambre tras cumplir religiosamente con las 12 hs. de ayuno reglamentario, hice pis en el frasquito tratando de no mearme demasiado las manos (lo cual se volvía cada vez más difícil dado que ya no me la veo!) y partí con G. como compañía hacia el laboratorio. El laboratorio en el que siempre me hacía los estudios estaba “cerrado por refacciones”, así que tuve que buscar otro que por suerte estaba bastante cerca. Como siempre, llamé antes para pedir turno. Pero no daban turnos, y cuando llegamos estaba llenísimo de gente. Así que nos sentamos a esperar, esperar y esperar. Cuando llamaron mi número me acerqué al mostrador con el frasquito de orina, busqué el carnet de la prepaga en la billetera y la orden… ¿Y la orden? Busqué y rebusqué revolviendo mi cartera para todos lados, pero no había caso. La orden estaba en mi agenda, y mi agenda prolijamente apoyada en la mesita donde siempre la dejaba. La putamadre.
-Uy, me olvidé la orden.
Dije mientras la empleada me miraba con cara de pocos amigos.
-¿La puedo ir a buscar y te la traigo? –dije haciendo pucherito a ver si la convencía – vivo en la otra cuadra.
-Bueno, dale…
Por suerte, decía, estabamos cerca. G. salió corriendo a buscarla mientras yo le daba indicaciones del lugar donde debía estar. Me senté y esperé. No podía dejar de putearme por ser tan pelotuda. ¿Cómo es posible que me olvide justo lo más importante?
Finalmente G. volvió, con mi agenda en la mano y pude entregar la maldita orden.
Y me mandaron a esperar, una vez más. Esta vez por suerte no fue larga la espera. Un rato más tarde salió un técnico de guardapolvo diciendo mi nombre. Me despedí de G. que se iba a trabajar y pasé al cuartito donde me sacaron sangre por primera vez. Ya a esta altura me estaba acostumbrando al pinchazo, ni un mareo.
-Ahora te vas a sentar allá –dijo mientras me señalaba otra sala de espera –y te vamos a dar una solución de glucosa. Tenés que tomarla, esperamos dos horas, y te volvemos a extraer sangre.
-¿No puedo ir a dar una vuelta, para despejarme un poco?
-No, tenés que estar en reposo, para no alterar el resultado del análisis.
Menos mal que me traje un libro- pensé, y me fui a sentar donde me indicó. Un rato más tarde, el mismo técnico vino con una taza de plástico llena de un líquido transparente y caliente.
-Tratá de tomarlo en los próximos 5 o 10 minutos.
Dijo, y se fue. Me acerqué la taza a la boca y tomé un trago. Puaj. Puajjjjj. Era exactamente lo que parecía. Agua caliente con azúcar (o glucosa, que para el caso es lo mismo). Dulce, muy empalagosamente dulce. Y yo en ayunas hacía yanosecuántashoras. ¿Y ahora cómo hago para controlar las náuseas? Hice el esfuerzo y tragué. Primero de a sorbitos pequeños. Después, mientras veía que el tiempo pasaba y no lograba terminarlo empecé a tomar sorbos grandes. Hasta que lo logré. Puaj.
Me acomodé en un sillón cómodo y me puse a leer, tratando que el ruido del televisor, que estaba con el noticiero a un volumen bastante excesivo, no me molestara demasiado. No fue fácil. Finalmente pasaron las malditas dos horas de “reposo” y el tecnico de la bata blanca volvió a buscarme.
Me senté en la sillita y le ofrecí el otro brazo mientras le decía.
-Medio feíto el líquido ese que hay que tomar… ¿No se podrá agregarle al menos un saquito de té? ¿Altera el resultado del análisis?
-Sí, se podría… en la clínica X lo hacen con un té, no sé porqué acá no…
Pero la puta madre, ¿Porqué no me avisaste antes? La próxima me vengo con el saquito de té en la cartera! –pensé, mientras ponía cara de póquer, me aguantaba el pinchazo y me iba a tomar un rico café con medialunas.
¡Cómo odio el ayuno!

18 de octubre de 2011

Ciento cuarenta y uno.

Agosto de 2011.
Finalmente subimos al auto y partimos rumbo a Capital. Durante el trayecto G. y Mi Madre seguían hablando de posibilidades, de muebles y arreglos. Se los escuchaba entusiasmados. O tal vez solo lo hacían pensando en mí. No se. Pero yo tenía cada vez más dudas. Los números no me daban, y no me imaginaba viviendo tan sola y tan lejos de todos los que quiero en un lugar tan frío y enorme. No sé porqué que pero siempre me gustaron más los lugares más chiquitos, más cálidos, más luminosos. Además no me imaginaba viviendo en una casa. Toda mi vida viví en un departamento y la verdad es que me da cierta tranquilidad, sobre todo si voy a estar sola con un bebé, saber que no estoy tan sola. Que está el portero, que están los vecinos.
La cosa era que no me imaginaba. Me acordaba cuando fui a ver por primera vez mi actual departamento, hace más de seis años. Era un lugar mínimo, interno, sin balcón. Pero tenía una cocinita blanca, luminosa, cálida. Era un lugar en el que desde el primer momento me había imaginado viviendo. Y lo señé en el momento, casi sin pensarlo. Después me entraron las dudas, y creí haber cometido el peor error de mi vida, como me pasa con toda decisión importante. Pero la verdad es que nunca me arrepentí. Había amado vivir en ese lugar. Me había sentido muy cómoda y era la primera vez en mi vida que me había sentido en Mi Casa. Y cómo dolía pensar que tenía que dejarlo. Aunque ya no entráramos. Aunque viviéramos apretados y los vecinos estuvieran cada vez más insoportables. Aunque supiera que el cambio era para mejor. No era fácil.
Fuimos a almorzar a una parrillita, al sol. G. y Mi Madre seguían debatiendo qué muebles había que comprar primero. Y yo no podía dejar de pensar ¿Con qué plata?? ¿Si íbamos a tener que pedir prestado hasta para la seña? Pero no decía nada. La garganta se me cerraba cada vez más y cuando ellos no miraban se me caía una lagrimita. Pero no decía nada.
Terminamos de comer y finalmente nos fuimos para casa. Abrí la puerta, saludé a mis gatos, y así nomás, vestida como estaba me metí en la cama y me tapé con el acolchado hasta la cabeza. Y lloré, lloré y lloré. Primero despacito. Después cada vez más fuerte. Necesitaba llorar. No podía hacer otra cosa.
G. me miraba atónito, no entendía nada. Pero yo no podía hablar. Solo balbuceaba
-Dejame llorar un rato.
Mientras él puteaba, preguntaba, iba y venía. No me entendía. Y la verdad es que yo tampoco. Tenía tantas cosas en la cabeza al mismo tiempo que solo podía llorar. El embarazo, el trabajo, la casa, la mudanza, las deudas, el futuro, las miles de dudas. El bancarme las caras de culo de él por tener que irnos tan lejos, las preguntas acerca de si eso no iba a terminar por distanciarnos. El caer en la cuenta que iba a estar lejos de todo y todos los que quería, el sentirme tan, tan sola. Sola con las decisiones, sola con las responsabilidades. Era demasiado para mí. Y supongo que encima la panza me tenía un poco más sensible.
Lloré y lloré y lloré. Como diría Girondo Lloré a lágrima viva, lloré a mares. Pero G. no se bancaba no entender y yo no podía explicarle. No en ese momento en que todavía no entendía.
Se enojó. Y terminamos peleándonos mal. A los gritos.
Agarré las llaves me fui, así como estaba, como siempre que nos peleamos. Me enojo y siento que me falta el aire, que necesito salir. Me senté en la vereda, en la puerta del edificio y seguí llorando un rato más.
Hasta que me dio frío.

15 de octubre de 2011

Ciento cuarenta.

 Agosto de 2011.
Por suerte habíamos arreglado una segunda visita. Era una casita con patio y terraza a pocas cuadras del centro y un par más de la estación del tren. Salimos para allá y durante todo el camino yo no podía parar de putear a la vieja de la inmobiliaria. Estaba indignada. Mi Madre trataba de tranquilizarme, supongo que porque estaba más preocupada de que el enojo le hiciera mal al bebé que por mí.
Llegamos hasta la casita un rato antes del horario acordado con la otra inmobiliaria, así que teníamos que hacer tiempo. Recorrimos un poco la zona. La cara de culo de G. era indisimulable, y no podia dejar de hacer comentarios sarcásticos acerca de la gente que elegía vivir en esa zona. Era un día de sol hermoso, y el barrio estaba tranquilo, se escuchaban los pajaritos. Caminamos un rato más, parando a preguntar en todas las inmobiliarias que nos cruzábamos por el camino, pero no había caso, siempre la misma respuesta: nada. Volvimos a la puerta de la casa y nos encontramos con el Sr. de la inmobiliaria. Nos abrió la puerta y pasamos a ver la casa. Tenía un frente muy lindo, con un patiecito mínimo y dos entradas. Una deba a la cocina y la otra al living. Entramos por la cocina. Parecía una cocina que se hubiera quedado detenida en los sesenta. Muebles viejos y feos, pero recien pintaditos. Todo en tonos de amarillo y gris (puaj). A pesar del sol hermoso que había afuera el Sr. no se molestó en abrir las persianas, así que todo se veía oscuro y frío. Pasamos de largo y vimos un bañito bastante descuidado, el lavadero y la salida al patio. Del otro lado la cochera, y un living enorme dividido en dos…
-Acá podrías poner el consultorio…
Decía G. Mientras señalaba una de las partes del living, que se separaba del comedor con una puerta.
-Pero ésta es la parte más linda de la casa ¿La vas a cerrar para hacer el living?
Opinaba Mi Madre. Yo muda. Seguía mirando, y lo único que veía era un piso de baldosas feas y viejas, marrones, como de patio, las paredes pintadas de gris oscuro, el frío que sentía de estar ahí adentro. Lo oscuro que era. Claro que estaba todo cerrado. Con las ventanas abiertas debía de ser muy luminoso. Seguimos caminando y pasamos a un pasillo. A la izquierda un baño, muy antiguo y bastante feo, en tonos de verde y blanco. No era lindo pero zafaba. Al menos era grande. Después tres habitaciones, una grande y dos más chicas, todas con las mismas baldosas feas y el mismo gris triste y oscuro.
-Acá podés poner el consultorio y acá la habitación del bebé.
Insistía mi madre. Pero yo no me veía viviendo ahí. Solo veía el frío de las paredes, el horror de esas lámparas de bronce antiguas, con esos apliques de pared que parecían de la casa de una abuela.
-Como ven está todo recién pintado.
Dijo el Sr. de la inmobiliaria. Y yo pensaba –podrían haber elegido un color más cálido. Ahora no da volver a pintar-. Toqué las paredes y las sentí frías, casi húmedas. Salimos al patio. Era un patiecito de cemento, largo, iba desde el lavadero hasta atrás de los dormitorios y terminaba en una escalerita que subía a la terraza. Había además un cuartito de servicio poco más grande que la cucha de un perro.
-Me lo imagino al gordo con el triciclo, jugando por acá.
Comentaba Mi Madre. Pero yo no me lo imaginaba. Subimos a la terraza. Al fin vi algo de sol y calidez. La terraza era hermosa, grande, recien pintada, con las paredes blancas. Fue lo único que me pude imaginar. Unas plantas por acá, una parrilla por allá, una mesa con sillas en el medio. Pero en el resto de la casa no me veía. La sentía demasiado grande, demasiado fría. ¿Cómo iba a hacer sola todo el día con un bebé, mientras G. trabajaba en capital? ¿Y cómo iba a limpiar toda esa casota yo sola? ¿El patio, la terraza, barrer la vereda? De sólo pensarlo el corazón se me  estrujaba y me moría de la angustia. Mientras tanto G. y Mi Madre seguían mirando entusiasmados pensando en poner esto allá y lo otro acá. Yo solo pensaba que para llenar esa casota íbamos a tener que comprar un millón de muebles con plata que no teníamos, que el alquiler estaba un poco más caro de lo que podíamos pagar, y que si además tenía que pagarle a alguien para que me ayudara con el bebé y con la casa no llegábamos ni en pedo.
Pero seguía callada.
Mi Madre hablaba en la cocina con el Sr. de la Inmobiliaria y yo seguía mirando la casa, muda.
Al fin salimos. Volvimos a la calle donde el calorcito del sol me devolvió un poco la tranquilidad. Mientras G. y Mi Madre hablaban de llevar una reserva yo solo podía pensar en el alivio de haber salido finalmente de ahí. No había chance. No me imaginaba una vida alegre ahí, me parecía un lugar enorme, vacío, frío y oscuro. Imposible de llenar con un poco de calorcito humano. Pero me moría de la angustia pensando en lo difícil que había sido, después de un largo mes de buscar y buscar, conseguir un lugar que se pudiera ver, que estuviera disponible, bien ubicado y en condiciones. ¿Y si no conseguía otra cosa y la panza seguía creciendo? ¿Y si se alquilaba y yo me arrepentía? Mi cabeza no paraba de pensar, pensar y pensar. Y escucharlos a G. y Mi Madre tan entusiasmados solo me angustiaba más y más.

11 de octubre de 2011

Ciento treinta y nueve.


Agosto de 2011.
Finalmente un fin de semana después de insistir e insistir, personalmente, por teléfono y por internet, logramos concertar dos visitas. Una era para un departamento con una buena terraza, cerca de la estación del tren. La segunda para una casita cerca del centro. Mi Madre se ofreció a llevarnos con el auto, así que salimos, temprano a la mañana. Era la primera vez que G. venía conmigo para esa zona y yo le tenía terror a sus caras de culo. Si por él fuera nunca hubiera salido de la zona norte de la capital. Después de un largo viaje, logramos llegar a la primera de las inmobiliarias. Teníamos cita 11.15 con la Sra. Graciela, quien nos iba a llevar a conocer el departamento. Llegamos uno minutos antes, y cómo no había dónde estacionar, me bajé del auto, mientras ellos me esperaban adentro para ver cómo hacíamos. Entré en la inmobiliaria y pregunté.
-¿La Sra. Graciela?
-Si, soy yo…
Dijo sorprendida, mientras charlaba con otra señora…
-Soy M. Habíamos acordado por teléfono para ir a ver un departamento en la Avenida M… al 600 a las 11.15…
-Ah, no… ...pero esa visita se suspendió
Dijo como si me estuviera diciendo que pronosticaban lluvia para esa tarde.
-¿CÓMO QUE SE SUSPENDIÓ?????
-Si, el departamento ya está reservado…
-PERO ¿USTED ME ESTÁ TOMANDO EL PELO???
-Cómo, ¿No te avisaron?
-POR SUPUESTO QUE NO ME AVISARON, SINO NO ESTARÍA ACÁ.
-A ver… -dijo mientras consultaba un cuadernito manuscrito- acá está, yo te llamé ayer…
-Usted no me llamó nada.
-Si, te llamé al 48XX-XXXX y pedí hablar con vos.
-Mire, no me mienta, ese es el teléfono de mi casa y durante el día no hay nadie. Y no había ningún mensaje en el contestador… Y si me hubiera llamado al celular la habría atendido yo. Esto es una falta de respeto. YO LE DIJE QUE VENÍA DESDE CAPITAL PARA VER ESE DEPARTAMENTO.
-Pero… pero…
-Esto es una vergüenza y una falta de respeto. LO SUYO ES POCO SERIO.
Dije, mientras la señora intentaba contestarme algo y yo me aguantaba las ganas de saltar encima del escritorio, agarrarla por el cuello de la camisa y sopapearla hasta hacerle sangrar la nariz. Viejahijaderemilputas, la renegridaconchadetuviejaentanga. Respiré hondo, me di media vuelta y me fui.
Subí al auto con una cara de culo que hablaba por sí misma.
-No lo puedo creer. ¡NO LO PUEDO CREER!
Murmuraba.
-¿Qué pasó?
Preguntó Mi Madre toda preocupada.
-La vieja puta esa… me dice que me llamó AYER para avisarme que la visita se suspendió. Que el departamento ya está reservado.
¿Cómo tiene la cara de decirme que ME LLAMÓ y habló CONMIGO? ¿Se creerá que soy PELOTUDA?

9 de octubre de 2011

Ciento treinta y ocho.


Agosto de 2011.
Ya habíamos decidido que íbamos a tener que mudarnos. Mi departamento era demasiado chico para los tres, más los dos gatos y el consultorio. Y por otro lado yo estaba trabajando más tiempo allá lejos que en casa. Estaba yendo casi dos días completos a un consultorio muy al sur, y uno a otro no tan al sur. Y solo un día trabajaba en capital. ¿Cómo iba a hacer cuándo la panza estuviera demasiado grande para subirme al tren? ¿Y cuándo naciera el bebé y hubiera que darle la teta cada tres o cuatro horas? Imposible ir y venir a cada rato… era casi una hora y media de ida y otro tanto de vuelta. No había chance, teníamos que mudarnos para allá para que yo pudiera trabajar desde casa. Era la única salida… porque dejar a un bebé de un mes o un mes y medio en una guardería todo el día para que yo me la pase viajando en tren era una crueldad absoluta. Y no tenía ganas de criar a mi bebé así. A G. no le gustaba nada la idea. El trabajaba a tres estaciones de subte de casa y llegaba a su trabajo en quince minutos… y ahora iba a tener que subirse al tren y viajar una hora y media. Odiaba la idea. Pero entendía que era lo que había que hacer. O al menos eso me decía.
Así que empezamos a buscar departamento.
En mis ratos libres, cada vez que un paciente faltaba, yo me ponía a recorrer la zona preguntando en inmobiliaria tras inmobiliaria. Pero en todas obtenía la misma respuesta:
-No hay nada.
¿Cómo puede ser? Para la venta, tenían montones. Departamentos de 1 y 2 ambientes, montones. Pero más, nada. Y ¿apto profesional encima? Menos que menos. Empecé a buscar otras alternativas. Podría ser una casita… o un PH… la idea era que tuvieramos tres habitaciones, una para nosotros, otra para el bebé, y una para el consultorio. Tenía que ser Apto Profesional, para que no me compliquen el trabajo, y tenía que ser en una zona céntrica, para que G. pudiera ir y venir de la estación del tren, y nuestras familias y amigos pudieran venir a visitarnos de vez en cuando. Además tenía que ser en una zona cómoda para los pacientes, que hubiera colectivos.
Seguí buscando, buscando y buscando. Y cada vez me angustiaba más. Me recorrí caminando todas las inmobiliarias del centro, me alejé un poco para un lado, un poco para otro… y nada. Bastaba decir las palabras mágicas –Alquiler y -3 o 4 ambientes para que te miraran con cara condescendiente y menearan la cabeza. Nada, no hay nada. Mierda. Y yo ya con casi 6 meses de embarazo ¿Cómo voy a hacer? ¡No quiero mudarme cuando esté por parir!
Seguimos buscando. Bah… seguimos. Yo seguí, en realidad. Y Mi Madre. Ella me ayudaba (y a veces me volvía loca, como hacen las madres) G. nunca movió un dedo. Yo sabía que él no quería mudarse para allá, aunque insistía que –era lo que había que hacer-. Pero cada vez nos peleábamos más.
-Yo no puedo hacer todo sola. Necesito tu ayuda. No te digo que viajes, pero al menos ayudame a buscar por internet.
Pero él me decía que si, que iba a buscar… y después nada. Yo oscilaba entre enojarme, putear, discutir y llorar. Me preguntaba si iba a ser capaz de tolerar sus caras de culo en cuanto nos hubieramos mudado, y si ese no iba a terminar siendo el motivo de nuestra separación. Pero francamente no veía otra opción.

27 de septiembre de 2011

Ciento treinta y siete.

16 de agosto de 2011.
Unos minutos más tarde entramos al consultorio de la Dra. K. Revisó el Scan Fetal y el Ecocardiograma y nos confirmó que estaba todo perfecto. Me tomó la presión, me midió la panza, escuchó los latidos otra vez y dijo:
-Está todo perfecto.
Y me pesó. Yo cada vez le tenía más miedo a la balanza. No porque me viera gordísima (aunque si cada vez más panzona) sino porque tenía bien claro que no me estaba cuidando en lo absoluto. Comía lo que quería, cuando quería. En realidad como lo hice toda mi vida, nunca fui de cuidarme demasiado y fueron raras las veces en las que hice alguna dieta, y por suerte no soy de engordar demasiado, no soy una sílfide, pero me mantengo.
-A ver… pesas 65.900 ¿Con qué peso empezaste el embarazo?
-Con 59.900 creo…
-Aumentaste seis kilos… estamos en la semana 24… -dijo mientras hacía sus cuentas mentales- desde la última vez que te ví aumentaste casi un kilo novecientos… Está dentro de lo esperable pero medio en el borde…
Y no dijo mucho más. A mí todavía no me preocupaba demasiado. Si con lo que estaba comiendo había subido solo seis kilos (y casi todos de panza) no estaba nada mal…
Volvimos al escritorio y me preguntó
-¿Cómo te estas sintiendo?
-La verdad, re bien. Tengo momentos en los que me cuesta respirar un poco… pero supongo que es normal…
-Si, es normal que te falte un poco el aire… ¿Ya lo sentiste moverse?
-Si, hace un par de semanas, ¡Patea fuerte!
-Bueno, este mes vamos a hacer un estudio de sangre, con una Curva de Glucosa, eso es para ver que no tengas Diabetes Gestacional. Te vas a ir a un laboratorio con una muestra de orina para que te saquen sangre. Andate con un buen rato porque el estudio demora unas horas… Lo ideal sería que lo hagas esta semana o la próxima.
Dijo, mientras garabateaba la orden y yo pensaba cuando iba a tener tiempo de pasarme unas horas, casi una mañana entera en un laboratorio.
-Y yo los veo dentro de 4 semanas.

25 de septiembre de 2011

Ciento treinta y seis.


16 de Agosto de 2011.

Unos días más tarde era hora de hacer el maldito Ecocardiograma. G. estaba impaciente y muerto de la angustia desde que en la segunda ecografía habíamos leído eso del “foco ecogénico cardíaco”, a pesar de que el Obstetra nos había dicho que podía ser algo perfectamente normal. Y un poco yo también. Aunque por algún motivo que todavía no entiendo estaba extrañamente tranquila. Irracionalmente sentía que estaba todo bien. Obviamente el estudio lo íbamos a hacer igual. Habíamos sacado el turno para ese día a las 8.30 de la mañana, media hora antes del turno que teníamos con la Obstetra en la misma clínica. Como siempre, llegamos diez o quince minutos antes, nos anunciamos con la secretaria y nos sentamos a esperar. Yo me moría de sueño y no podía parar de bostezar. Apoyaba mi cabeza en el hombro de G. y cerraba los ojos. Él no se quedaba quieto. Movía el piecito de acá para allá, miraba la hora cada cinco minutos y se lo veía cada vez más ansioso.
-Amor, tranquilizate… acordate que llegamos más temprano…
Pero los minutos pasaban… Y se hacían las ocho y media, las nueve menos cuarto y seguíamos esperando. G. se estaba poniendo francamente nervioso. Sabía que estaba más preocupado por el resultado que por el horario, pero yo me empecé a impacientar también. No íbamos a llegar al turno que teníamos con la Dra. K., que ya nos había visto en el pasillo. Me levanté y le pregunté a la secretaria si la cardióloga no había llegado todavía. Me confirmó que no. No había llegado, pero que no me preocupara que la Dra. K. me podía esperar.
Volví y seguimos esperando unos minutos más.
Hasta que finalmente llegó la Cardióloga y nos llamó. Entramos y me acomodé sobre la camilla para empezar el estudio. Era una ecografía del corazoncito del bebé.
Por suerte la cardióloga era de lo más simpática y apenas entramos nos empezó a dar charla, contando sus experiencias como madre reciente y hablando de los miedos. Nos aflojamos un poco.
-Si, acá está el foco. Pero no parece ser nada, igual voy a revisar un poco más.
Dijo, mientras nos señalaba un puntito blanco en la pantalla, en el corazoncito del bebé. Le pedimos si nos podía explicar de qué se trataba.
-Un foco ecogénico es como una cicatriz en el tejido del corazón del bebé. Pero muchas veces tiene que ver con algo que pasó en las primeras semanas de gestación y que puede no tener consecuencias cardíacas. Solo queda ahí.
Nos contestó mientras seguía mirando el corazón. Miraba que estén todos los ventrículos, las válvulas, examinaba la circulación… para un lado y para el otro.
-No veo ningún problema acá…
Dijo finalmente, y escuché como G. se desinflaba. Al fin se relajaba un poco.
-Se ve todo normal, anatómica y funcionalmente está perfecto. ¿Quieren escucharlo?
Nos preguntó mientras subía el volumen y escuchábamos sus latidos como el galope de un caballo apurado.
-¿Ya saben el sexo?
-Si –contestó G. con el pecho inflado de orgullo- es un varoncito…
-Si, acá se ve… A ver… está acá sentadito, de este lado…
Comentó mientras nos mostraba la figura del bebé de perfil, casi sentado sobre mi costado izquierdo.
-Bueno, está todo perfecto. Lo que sí, no se asusten si después del parto los médicos llaman al cardiólogo para que lo revisemos. Es normal con este antecedente. Pero no hay motivos para preocuparse.
Le agradecimos sinceramente y salimos aliviados, con los resultados del estudio para ver a la Dra. K.

20 de septiembre de 2011

Ciento treinta y cinco.



27 de Julio de 2011.

Minutos más tarde empezaron a llegar los comentarios. Alegrías, felicitaciones y opiniones varias. Que al fin un varón, que para cuándo, qué porqué Oliverio, y blablabla. Por un lado me enternecía y me encantaba que su familia y amigos participaran tanto (la mía no tanto, somos pocos y menos facebook-adictos) pero por otro lado mi paciencia es corta y no me gustaba mucho la idea que después de tanta discusión por el nombre todo el mundo sugiriera otros nombres. Ya estaba decidido.

No pude evitarlo. Unas horas más tarde, y para no contestar mensaje por mensaje me senté y escribí una nota.

Para evacuar dudas:
Estudios recientes han confirmado fehacientemente (o tan fehacientemente como es humanamente posible) que el feto alojado dentro de las cavidades subterráneas de quien suscribe pertenecería a la raza humana, más precisamente a la especie Homo Sapiens, en apariencia (al menos biológicamente) de género masculino. Inicialmente se presupone su llegada al mundo el día tercero del último mes del corriente año y responderá al nombre de Oliverio, en honor al maravilloso poeta Oliverio Girondo. Por favor, si no ha leído su libro "Espantapájaros" se solicita hacerlo con suma urgencia, bajo apercibimiento.

Notifíquese, Archívese.

Julio 27, 2011.

Y apreté “Publicar”

Y me reí un rato más.

18 de septiembre de 2011

Ciento treinta y cuatro.



27 de julio de 2011.

Salimos de ahí con la carpetita y el Dvd en la mano y las emociones todas revueltas. Nos sentamos a tomar un café y a tratar de entender lo que nos estaba pasando. Él totalmente embobado con la idea de que finalmente iba a ser un varón. Yo un poco desilusionada con el hecho de que la médica no se hubiera tomado más de cinco o seis minutos para mostrarnos a nuestro bebé. Mientras pedíamos el café abrí la carpetita con los resultados y puse a leer. No decía mucho, puros formulismos médicos. Que tenía dos bracitos y dos piernitas, con todos los deditos, que el peso aproximado era de 460 gramos (¿460 gramos ya??) y que la medida del cráneo, del corazón y los pulmones era normales, que no había ninguna malformación visible… y blablablabla…

-¿Podés creer que no nos dijo cuánto medía?

Comenté mientras íbamos con la bandeja a una mesa.

-¿Y ahí no dice?

-No, no lo encuentro en ningún lado

Contesté mientras daba vuelta hoja por hoja y examinaba con cuidado todas las fotitos. Estaba sorprendida, enojada, frustrada.

-Bueno, ahora si sabemos que es un varón, vamos a tener que avisarle a la familia, no?

-Si, definitivamente no va a ser Agustina…

-¿Y entonces? ¿Qué hacemos con el nombre?

-Si, Oliverio… todavía no me convence… ¿No podemos dejarlo como segundo nombre y ponerle, por ejemplo Juan Oliverio?

-¿Y qué le digan Juan? No, ni en pedo. Yo quiero un nombre con personalidad. Oliverio está bueno. Me gusta más Oliver pero…

-No, ya te dije que nombres en otro idioma no… vamos a vivir acá.

-Ok, Oliverio entonces…

Terminamos el café y nos fuimos. G. se llevó el Dvd para cargarlo en la compu y subirlo a Facebook. Yo me fui para casa. Tenía un par de cosas que hacer antes de que llegara el primer paciente, entre ellas cancelar el turno del otro Obstetra. Estaba decidido. Ya no quería ir más.

Un rato más tarde me llama G.

-¿Podés creer que estoy subiendo la ecografía y los primeros 30 segundos del video son de publicidad del lugar donde la hicimos?

-No te lo puedo creer. Qué hijos de puta. No solo te cobran el DVD sino que además le ponen publicidad? ¡Es una vergüenza!! ¿Y no se puede cortar esa parte?

-Si, es lo que estoy intentando. Pero voy a demorar un rato…

Unos minutos más tarde, veo su estado de Facebook:

Lo prometido es deuda, tras 35 años…

Y abajo una foto de la ecografía, donde se veía al bebé de abajo, las piernitas y en el medio el pitito, señalado con una flecha roja que indicaba: “Oliverio, Aka: Oliver”.

Y me morí de risa.