6 de noviembre de 2011

Ciento cuarenta y dos.


23 de Agosto de 2011.
Me levanté tempranito, muerta de hambre tras cumplir religiosamente con las 12 hs. de ayuno reglamentario, hice pis en el frasquito tratando de no mearme demasiado las manos (lo cual se volvía cada vez más difícil dado que ya no me la veo!) y partí con G. como compañía hacia el laboratorio. El laboratorio en el que siempre me hacía los estudios estaba “cerrado por refacciones”, así que tuve que buscar otro que por suerte estaba bastante cerca. Como siempre, llamé antes para pedir turno. Pero no daban turnos, y cuando llegamos estaba llenísimo de gente. Así que nos sentamos a esperar, esperar y esperar. Cuando llamaron mi número me acerqué al mostrador con el frasquito de orina, busqué el carnet de la prepaga en la billetera y la orden… ¿Y la orden? Busqué y rebusqué revolviendo mi cartera para todos lados, pero no había caso. La orden estaba en mi agenda, y mi agenda prolijamente apoyada en la mesita donde siempre la dejaba. La putamadre.
-Uy, me olvidé la orden.
Dije mientras la empleada me miraba con cara de pocos amigos.
-¿La puedo ir a buscar y te la traigo? –dije haciendo pucherito a ver si la convencía – vivo en la otra cuadra.
-Bueno, dale…
Por suerte, decía, estabamos cerca. G. salió corriendo a buscarla mientras yo le daba indicaciones del lugar donde debía estar. Me senté y esperé. No podía dejar de putearme por ser tan pelotuda. ¿Cómo es posible que me olvide justo lo más importante?
Finalmente G. volvió, con mi agenda en la mano y pude entregar la maldita orden.
Y me mandaron a esperar, una vez más. Esta vez por suerte no fue larga la espera. Un rato más tarde salió un técnico de guardapolvo diciendo mi nombre. Me despedí de G. que se iba a trabajar y pasé al cuartito donde me sacaron sangre por primera vez. Ya a esta altura me estaba acostumbrando al pinchazo, ni un mareo.
-Ahora te vas a sentar allá –dijo mientras me señalaba otra sala de espera –y te vamos a dar una solución de glucosa. Tenés que tomarla, esperamos dos horas, y te volvemos a extraer sangre.
-¿No puedo ir a dar una vuelta, para despejarme un poco?
-No, tenés que estar en reposo, para no alterar el resultado del análisis.
Menos mal que me traje un libro- pensé, y me fui a sentar donde me indicó. Un rato más tarde, el mismo técnico vino con una taza de plástico llena de un líquido transparente y caliente.
-Tratá de tomarlo en los próximos 5 o 10 minutos.
Dijo, y se fue. Me acerqué la taza a la boca y tomé un trago. Puaj. Puajjjjj. Era exactamente lo que parecía. Agua caliente con azúcar (o glucosa, que para el caso es lo mismo). Dulce, muy empalagosamente dulce. Y yo en ayunas hacía yanosecuántashoras. ¿Y ahora cómo hago para controlar las náuseas? Hice el esfuerzo y tragué. Primero de a sorbitos pequeños. Después, mientras veía que el tiempo pasaba y no lograba terminarlo empecé a tomar sorbos grandes. Hasta que lo logré. Puaj.
Me acomodé en un sillón cómodo y me puse a leer, tratando que el ruido del televisor, que estaba con el noticiero a un volumen bastante excesivo, no me molestara demasiado. No fue fácil. Finalmente pasaron las malditas dos horas de “reposo” y el tecnico de la bata blanca volvió a buscarme.
Me senté en la sillita y le ofrecí el otro brazo mientras le decía.
-Medio feíto el líquido ese que hay que tomar… ¿No se podrá agregarle al menos un saquito de té? ¿Altera el resultado del análisis?
-Sí, se podría… en la clínica X lo hacen con un té, no sé porqué acá no…
Pero la puta madre, ¿Porqué no me avisaste antes? La próxima me vengo con el saquito de té en la cartera! –pensé, mientras ponía cara de póquer, me aguantaba el pinchazo y me iba a tomar un rico café con medialunas.
¡Cómo odio el ayuno!

3 comentarios:

  1. Vim agradecer a visita em meu blog obrigada pelo elogio. Beijos
    Josi

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  2. Jajajajaja a mi me hicieron lleva el jugo de 1 limon para cortar lo empalagoso! Vas a seguir escribiendo?
    Saludos!

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Sacate las ganas y decilo...