9 de octubre de 2011

Ciento treinta y ocho.


Agosto de 2011.
Ya habíamos decidido que íbamos a tener que mudarnos. Mi departamento era demasiado chico para los tres, más los dos gatos y el consultorio. Y por otro lado yo estaba trabajando más tiempo allá lejos que en casa. Estaba yendo casi dos días completos a un consultorio muy al sur, y uno a otro no tan al sur. Y solo un día trabajaba en capital. ¿Cómo iba a hacer cuándo la panza estuviera demasiado grande para subirme al tren? ¿Y cuándo naciera el bebé y hubiera que darle la teta cada tres o cuatro horas? Imposible ir y venir a cada rato… era casi una hora y media de ida y otro tanto de vuelta. No había chance, teníamos que mudarnos para allá para que yo pudiera trabajar desde casa. Era la única salida… porque dejar a un bebé de un mes o un mes y medio en una guardería todo el día para que yo me la pase viajando en tren era una crueldad absoluta. Y no tenía ganas de criar a mi bebé así. A G. no le gustaba nada la idea. El trabajaba a tres estaciones de subte de casa y llegaba a su trabajo en quince minutos… y ahora iba a tener que subirse al tren y viajar una hora y media. Odiaba la idea. Pero entendía que era lo que había que hacer. O al menos eso me decía.
Así que empezamos a buscar departamento.
En mis ratos libres, cada vez que un paciente faltaba, yo me ponía a recorrer la zona preguntando en inmobiliaria tras inmobiliaria. Pero en todas obtenía la misma respuesta:
-No hay nada.
¿Cómo puede ser? Para la venta, tenían montones. Departamentos de 1 y 2 ambientes, montones. Pero más, nada. Y ¿apto profesional encima? Menos que menos. Empecé a buscar otras alternativas. Podría ser una casita… o un PH… la idea era que tuvieramos tres habitaciones, una para nosotros, otra para el bebé, y una para el consultorio. Tenía que ser Apto Profesional, para que no me compliquen el trabajo, y tenía que ser en una zona céntrica, para que G. pudiera ir y venir de la estación del tren, y nuestras familias y amigos pudieran venir a visitarnos de vez en cuando. Además tenía que ser en una zona cómoda para los pacientes, que hubiera colectivos.
Seguí buscando, buscando y buscando. Y cada vez me angustiaba más. Me recorrí caminando todas las inmobiliarias del centro, me alejé un poco para un lado, un poco para otro… y nada. Bastaba decir las palabras mágicas –Alquiler y -3 o 4 ambientes para que te miraran con cara condescendiente y menearan la cabeza. Nada, no hay nada. Mierda. Y yo ya con casi 6 meses de embarazo ¿Cómo voy a hacer? ¡No quiero mudarme cuando esté por parir!
Seguimos buscando. Bah… seguimos. Yo seguí, en realidad. Y Mi Madre. Ella me ayudaba (y a veces me volvía loca, como hacen las madres) G. nunca movió un dedo. Yo sabía que él no quería mudarse para allá, aunque insistía que –era lo que había que hacer-. Pero cada vez nos peleábamos más.
-Yo no puedo hacer todo sola. Necesito tu ayuda. No te digo que viajes, pero al menos ayudame a buscar por internet.
Pero él me decía que si, que iba a buscar… y después nada. Yo oscilaba entre enojarme, putear, discutir y llorar. Me preguntaba si iba a ser capaz de tolerar sus caras de culo en cuanto nos hubieramos mudado, y si ese no iba a terminar siendo el motivo de nuestra separación. Pero francamente no veía otra opción.

3 comentarios:

  1. Llevar el trabajo a tu casa no es la mejor opción, es lo mejor para vos y tu bebe, pero no para la familia. Mejor replantearse un poco mas las cosas antes de actuar!
    Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Mirta: muy!!

    Anónim@: Todavía me sorprende que haya gente que opine con tanta ligereza sobre la vida de otros que uno no conoce. ¿Al menos sabés de qué trabajo? Igual, si se te ocurre una mejor solución para mi trabajo y mi familia, tus sugerencias son siempre bienvenidas. ¡Saludos!

    Besos a l@s dos.

    M.

    ResponderEliminar

Sacate las ganas y decilo...