Las cosas empezaron a complicarse cuando empezamos a pensar en mudarnos y no nos poníamos de acuerdo en nada, ni qué muebles comprar, ni cómo ubicar los que ya teníamos, ni cómo decorar el departamento.
Las cosas empezaron a ponerse feas cuando nos mudamos y vos volvías de trabajar todos los días con cara de culo y puteando. Y no nos acostumbrabamos al barrio. Y nos aburriamos los fines de semana.
Las cosas empezaron a ponerse incómodas cuando decidimos dejar la tele en el living, y yo con una panza bastante grande ya tenía sueño y me iba a la cama sola, y vos te quedabas mirando la tele allá lejos. Y yo andaba hecha una bola de hormonas, con ganas todo el tiempo y vos ni me tocabas, porque te daba impresión. O miedo. O tenías más ganas de ver la tele.
Las cosas se pusieron muy feas el día que, faltando dos semanas para la fecha probable del parto me enteré que ese cargo en dólares que tenía hace unos meses en mi tarjeta de crédito, ese que me dijiste que habías dado de baja y que era de nosequé, era en realidad de una página porno. Porno! Mientras que yo me moría de ganas de que me tocaras y vos ni enterado. Ese día lloré y lloré y lloré. Y putee y grite y me enojé. Y lo único que pudiste decirme fue que mentiste porque te daba vergüenza.
Las cosas se estaban poniendo muy feas.
Y encima el parto decidió adelantarse una semana...