20 de noviembre de 2013

De parto. (I)

Como todo iba bien, había planeado trabajar hasta una semana antes del parto. Ya hacía mucho calor, tenía las piernas hinchadas y no había un zapato que soportara. Estaba cansada. Esa semana trabajé hasta el jueves. El viernes era mi día libre y empezaba mi semana de descanso. Aunque todo estaba muy tranquilo por ahí abajo y según la obstetra podía demorarse una semana más. El viernes me pasé el día tirada, con el aire acondicionado encendido, haciendo fiaca. El sábado me levanté con pilas y no se me ocurrió mejor idea que ir a la verdulería, no sea cosa que el parto nos encontrara sin víveres. Salimos temprano para no morirnos de calor. Era fin de noviembre, hace exactamente dos años. A la ida y a la vuelta la caminata se me hizo difícil. De tanto en tanto la panza se ponía dura, pero supuse que era por el esfuerzo... Y no le di bola. Volvimos caminando despacito, en cuotas. Hicimos algo para almorzar y después del almuerzo empecé a sentirme rara. No sabía sí eran contracciones así que no dije nada y me fui a acostar. Empecé a mirar el reloj. Eran las dos de la tarde. Al rato otra vez esa sensación. La panza se ponía dura y me dolía un poco, apenas la cintura. Al ratito pasaba. Y habían pasado veinte minutos. Cuando empecé a notar cierta regularidad me preocupé un poco.

    -Amor... No te asustes pero creo que estoy con contracciones...

Obviamente se asustó y empezó con los cómo, cuándo, cada cuánto... etc...
Por suerte estaba todo listo. Así que me tomé un sertal, me di una ducha e intenté relajarme...

17 de noviembre de 2013

Crónicas de una muerte anunciada

Las cosas empezaron a complicarse cuando empezamos a pensar en mudarnos y no nos poníamos de acuerdo en nada, ni qué muebles comprar, ni cómo ubicar los que ya teníamos, ni cómo decorar el departamento.

Las cosas empezaron a ponerse feas cuando nos mudamos y vos volvías de trabajar todos los días con cara de culo y puteando. Y no nos acostumbrabamos al barrio. Y nos aburriamos los fines de semana.

Las cosas empezaron a ponerse incómodas cuando decidimos dejar la tele en el living, y yo con una panza bastante grande ya tenía sueño y me iba a la cama sola, y vos te quedabas mirando la tele allá lejos. Y yo andaba hecha una bola de hormonas, con ganas todo el tiempo y vos ni me tocabas, porque te daba impresión. O miedo. O tenías más ganas de ver la tele.

Las cosas se pusieron muy feas el día que, faltando dos semanas para la fecha probable del parto me enteré que ese cargo en dólares que tenía hace unos meses en mi tarjeta de crédito, ese que me dijiste que habías dado de baja y que era de nosequé, era en realidad de una página porno. Porno! Mientras que yo me moría de ganas de que me tocaras y vos ni enterado. Ese día lloré y lloré y lloré. Y putee y grite y me enojé. Y lo único que pudiste decirme fue que mentiste porque te daba vergüenza.

Las cosas se estaban poniendo muy feas.

Y encima el parto decidió adelantarse una semana...

Cambia... todo cambia...

Es increíble como alguien que alguna vez fue el amor de tu vida de golpe se transforma en el ser más insoportable sobre la faz de la tierra.

2 de noviembre de 2013

Coming soon

Se vienen las crónicas de una muerte anunciada.

En cuanto tenga tiempo y ganas de sentarme a escribir.

Eso o... Vuelve desencontrada!
Jajajaja